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Espectáculos |Y LOS HIJOS EN EL MEDIO...

Un patio platense, en un teatro porteño

“Eduardo, la pelopincho”, obra de la dramaturga local Magdalena De Santo, se presenta en una sala de capital

3 de Septiembre de 2014 | 00:00
ESCENA DE LA OBRA TEATRAL “EDUARDO, LA PELOPINCHO”, PIEZA CON SELLO PLATENSE QUE SE OFRECE EN LA CARTELERA PORTEÑA
ESCENA DE LA OBRA TEATRAL “EDUARDO, LA PELOPINCHO”, PIEZA CON SELLO PLATENSE QUE SE OFRECE EN LA CARTELERA PORTEÑA

Magdalena De Santo es licenciada en filosofía, dramaturga y docente del IUNA. Nació y creció en La Plata, pero en 2010 se mudó a la ciudad de Buenos Aires. Fue en esos primeros meses de su nueva vida porteña cuando escribió “Eduardo, la pelopincho”, obra que se presenta todos los domingos, a las 20, en El Estepario Teatro, de Medrano 484.

En el patio de un PH platense, un caluroso domingo 6 de enero, Eduardo y Gabriela mantienen una discusión típica de una pareja divorciada. Con el eje en “la pelopincho” -el regalo de Reyes para su hijita-, salen a la luz conflictos por dinero, proyectos individuales, problemas de salud. Son del convite, también, una suegra y dos amigas. Todos pelean. Todos opinan de todo. Mientras tanto, “la nena”, encerrada en una gaveta de gas, oye todo.

Este es el argumento de esta obra que en el 2011 recibió el Segundo Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, distinción que otorgan el Centro Cultural Rojas y el Festival Internacional de Teatro.

Los protagonistas son Belén Boquet, Yaiza Conti Ferreira, Laureano Lozano, Eleonora Schajnovich, Cecilia Sgariglia.

Consultada por cómo surgió la temática de la obra, De Santo, autora también de “Canadá” y “Pensé que me ahogaba pero estaba yendo más profundo”, aseguró, en diálogo con EL DIA: “En el 2010, el Instituto Nacional del Teatro me dio una beca de estudio y tomé clases de dramaturgia con Mauricio Kartun. Una vez, él estaba hablando de los tipos de conflictos y sugirió el infanticidio como uno de los centrales que marca a nuestra cultura. Kartun dio el ejemplo de cómo se enfrentan los países con guerras: mandando a sus adolescentes a pelear, por ejemplo. A mí me quedó rebotando esa idea bastante. Sobre todo, cómo los adultos dirimen sus conflictos a través de los niños, como si fueran un trofeo o botín de guerra. Ese fue un poco el nudo de la obra, lo que me hizo arrancar a escribir. También hay algo con el dinero. La historia transcurre en el menemismo y la plata es un tema recurrente y exacerbado”.

La decisión de elegir el humor como herramienta para contar este drama tiene una explicación. Como el tema del infanticidio como núcleo es bastante denso -reflexionó la dramaturga-, creo que el humor ácido fue el único modo que encontré para abordarlo. Fue muy inconsciente. Escribía y me reía sola frente a la computadora. Tenía todos mis sentidos implicados, escuchaba a los personajes, los podía ver, y me reía con ellos. Y así se dio ese ritmo tan acelerado. Con la puesta en escena pasó lo mismo. El público dice que se ríe, pero no sabe de qué. Te reís y llorás, porque lo que pasa es un poco terrible. Hay una influencia muy clara también, que es ‘Esperando la carroza’. ‘Eduardo, la pelopincho’ es un gran intertexto de esa película, de la que soy fanática”.

Con los personajes, “hay un jueguito con los esterotipos, está la esposa víctima; el ex marido intelectualoide, pero guacho; las amigas - una, con discurso feminista súper berreta y la otra, lesbiana invisible- y la suegra que es la típica señora rubia que el monedero no te lo suelta ni loca. Laburar críticamente con los esterotipos para mí es una manera de someterlos a juicio”.

La escenografía la diseñó Fernanda Guaglianone. “Ella compuso todo el dispositivo visual y tomó la decisión de que sea todo color celeste. Hay pocos elementos, es bastante simple, pero todo es celeste: una heladerita portátil, reposeras, la gaveta de gas y bastante comida. Buscamos armar algo del folklore en un patio de La Plata estetizado con un sinfin de lona de pileta. Eso recorta la escena. Esa estetización donde todo es celeste para mí funciona muy bien porque te saca de una imagen costumbrista y te permite pensar otras metáforas. Es simple pero elocuente”, describe la autora y directora de la obra.

Cecilia Famá

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