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Una actividad cada vez menos popular. Hay que ver porque sino no hay nada. En qué creemos o por qué dejamos de hacerlo. Leer para creerPor JOSÉ SUPERA
Escribo porque creo. Escribir es un acto de creación y creencia y tenerle fe a lo que salga de estas manos que ahora se mueven sobre el teclado y escriben estas líneas que tus ojos van siguiendo y ahora viene el punto. Y punto. Sí. Creer es crecer. Avanzar. Ir hacia un lugar. Pero también es no creer en nada. El agnóstico es un creyente de su propio agujero negro. Esa nada como una misma deidad que guía desde el vacío y lleva hacia la descomposición y el no lugar. Y ahora también todos new age y a creer en la era de acuario marcada por la prosperidad y la paz y la abundancia. Y hoy es ver para no creer. Porque cada vez que espiamos por la cerradura de la vida con el ojo de la ciencia nos alejamos más y más de la fe. Y cada vez todos más diositos y diositas de nuestros propios mundos complejos y distantes y contaminados. Alejados unos de otros. A años luz. Y nosotros como dioses y nuestras células y átomos como fieles devotos. Moviéndose por nuestra propia causa. Todo por su propio dios. Y las más de 400 mil personas del Reino Unido adscriptas a la creencia religionaria del Jediísmo según el censo del año 2001. Y las más de un millón y medio en todo el mundo y siguen creciendo y rezando y pidiendo que la fuerza los acompañe. Porque Obi Wan murió por todos nosotros y después resucitó. Y también creer en la iglesia Maradoniana y ahora que escribo esa palabra el word la subraya diciendo que está mal y que no existe y que no debo creer en ella. Y hasta puede que ya exista una religión Messiánica. Un cielo de goles cada vez más grande y más infinito porque el dios no para de llenarlo de fieles y de pelotas en la red y de marcas que quieren pautar allá arriba pero también acá abajo. Y quieren que creamos y seamos fieles devotos y demos votos a todas sus novedades. Buscando que nuestras exclamaciones en vez de Oh My God sean Oh My Coke u Oh my Mac. La fe que buscamos en las góndolas y nuestra creencia ahora se puede tocar y comprobar y vestir y llevarla a todos lados y que así todos nos identifiquen como santos de logos y tipografías conocidas. Y nuevas y viejas religiones nacen y mueren a cada segundo. Y si una acaba de morir me veo en la obligación de poner las cosas en la balanza y crear una yo también. Una religión donde mi dios es Jasper Maskelyne. El Ilusionista inglés que con su magia combatió a la creencia Nazi en la WW2. Un diosito que creó sus grandes ilusiones mágicas para proteger al Canal de Suez de los aviones que mandaba el Adolfo que quería muerte gratis para todos los judíos y los gitanos y los negros. Y mi dios ganó su guerra. Creyó en él y en sus grandes trucos y entonces todos lo creyeron y ahora lo tengo en la gloria.
Y ahora tres personas. Tres historias donde el creer es su forma de ganarse la vida. Y el cielo.
EL MENTALISTA
Michel es un mago mentalista platense. Ha ganado premios internacionales y todo el tiempo está viajando y dando conferencias. Cuando llego a hablar con él conectamos enseguida. Antes de hablar de la nota me dice que escriba el nombre de un amigo mío de la infancia. Lo escribo y él no ve nada y cuando le doy el papel doblado en varias partes lo rompe en mil pedazos y lo desecha. Me dice el nombre de mi amigo sin titubear. No sé cómo pero le creo. Y hablamos de eso.
"Yo no busco que crean en mí. Mi ilusión es poder poner al público en un mundo fantástico, hacerle recrear sentimientos que tienen adormecidos. La magia no es teatro. Pero tiene algunos recursos del teatro. Y es en ese momento temporal acotado donde el actor busca la catarsis, vos no querés que el público crea que vos sos Espartaco o el Rey Liar, pero sí que crean en un momento, que se produzca esa burbuja, y si uno no produce eso, ese creer en el que está actuando, entonces no hay nada".
Pero entonces se puede creer en una ilusión...
"Es que la vida está compuesta por ilusiones. ¿Qué es un año? Nada. Trescientos sesenta y cinco días. ¿Y el trescientos sesenta y seis qué es? ¿Es distinto? Ahora vos me decís, ¿es lindo el cumpleaños? Claro que es lindo. Te llaman, te saludan, festejás. Ahora cuando uno piensa un poco: todo nuestro día está compuesto por ilusiones, por construcciones que hacemos. Y uno va a cenar con amigos y te descorchan el vino, lo probás, brindás, chin chin. ¿Y qué es eso? Nada. Un vidrio que se choca con otro, luego el líquido que pasa por el esófago y cae en el estómago para mezclarse con los jugos y ésa es toda la verdad. Lo otro son ilusiones como las ilusiones con las que yo trabajo. Y uno piensa. ¿Están mal todas estas ilusiones? No, están perfectas. Porque después de todo, si uno saca todas estas ilusiones de la vida, después ya no queda nada. Nada".
Yo no busco que crean en mí. Mi ilusión es poder poner al público en un mundo fantástico, hacerle recrear sentimientos que tienen adormecidos.
LA BRUJA
Hace 17 años que Cristina es tarotista. Hace magia blanca y tira las cartas y purifica almas y lugares. Atiende en su casa y en bares. Ahora estamos en su living. Un lugar anárquico con todos los elementos de su vida pasada de peluquera. Suena la radio y un reggaeton de fondo y a conectarse con ángeles boricuas. En la mesa, un vaso de agua para conectar con la diosa del mar. Brujita donde coloca el saumerio. Las cartas. Sus manos. Sus uñas pintadas con motivos hipnóticos. Se persigna. Y el que llega con carga negativa se irá con positiva. Sólo hace falta una cuestión del otro lado. Que crean. Y que pregunten. Y hacia ahí vamos.
"La gente está descreída porque estamos viviendo en un mundo de mucho loquero, de mucha envidia. Y la gente se encierra y no cree. No cree en nada. Ni en ellos mismos creen. Yo hago por sobretodo de psicóloga con mis clientes. Yo soy la psicóloga del alma de ellos. Los escucho y los trato de guiar, pero por sobre todas las cosas les devuelvo la fe y hago que crean en lo más importante que tienen: ellos mismos".
Y la gente que te viene a ver ¿qué onda?
"La gente está desesperanzada. Ya sabemos que existe el bien y el mal. El yin y el yang. Hay tanta maldad, tanta injusticia que la gente necesita creer en algo, necesita que alguien venga y les diga 'no, pará, estás equivocado. Valorate como persona. O quedate tranquilo que si vos crees, tu negocio va a ir bien'. Pero es creer en uno mismo. Ese es el empujón que necesitan todos. Y yo además tirarles las cartas y decirles qué le vas a pasar les doy ese empujón. Un empujón para que crean".
La gente está desesperanzada. Ya sabemos que existe el bien y el mal. El yin y el yang. Hay tanta maldad, tanta injusticia que la gente necesita creer en algo.
EL CURA
Manuel Arrieta es cura. En esta nota pasará algo muy particular con él. Sólo el lector deberá creer o no creer y ésa será su cuestión. Yo escribo y ustedes creen o no. Nos sentamos en un café y empezamos a charlar de la fe con Manuel.
"En la fe, uno no tiene que creer por las pruebas. En el evangelio de San Juan, los milagros son llamados signos, porque son formas en las cuales Jesús va revelando su divinidad. Porque Jesús apareció con la pretensión de que era Dios, y obviamente alguna prueba tenía que dar. La mayor prueba de todas para que la gente creyera fue su resurrección. De hecho, San Pablo llega a decir 'si Cristo no resucitó, comamos y bebamos que mañana moriremos'. O sea, sería la decadencia, sería un morir mañana sino creeríamos en esa muerte y en esa resurrección".
No me queda claro qué es la fe. Me cuesta creer.
"Para hablar de la fe, de la creencia, hay que hablar de un fenómeno que es humano. La fe religiosa se apoya sobre una fe natural. Por ejemplo cuando vas al colegio uno cree lo que dice la maestra. O por ejemplo, un científico: la introducción a la ciencia es un acto de creencia, porque vos todavía no tenés una certeza de nada. La mayoría de los conocimientos que tenemos es a través de creerle a alguien, eso es como el fundamento humano de la creencia".
Y el hoy. Y la ciencia.
"Hoy se dice mucho que el único conocimiento que existe es el verificable. Todo lo que no es verificable no puede ser aceptado como verdadero. Sin embargo es falso, porque si sólo lo verificable fuera verdadero, entonces la fe sería irracional, no sería humana. La fe es un estado primitivo del hombre, con el progreso de la ciencia la fe tendería a desaparecer. En las Cartas de los Hebreos, hay un pasaje que dice: 'Por la fe, Abraham, obedeciendo a un llamado de Dios, partió hacia un lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba'. Abraham renunció a todo. Creyó. Confió en Dios aún sin saber a dónde iba. La fe y la vida es eso, ir sin saber a donde uno va, sólo por creer, por la fe".
Pero hoy el tema es más `a las pruebas me remito` que otra cosa.
"La certeza que te da la razón, es la fe, es creer en lo que te transmiten. Por ejemplo, si yo te digo que acá a dos cuadras hubo un choque, vos no tenés la certeza todavía hasta que no lo veas, pero es razonable creer porque confiás en el otro, pero no es una racionalidad igual a la de la matemática cuando decís que dos más dos es cuatro. En la fe religiosa la evidencia no está, es abandonarse a otro, es creerle a Dios".
Y listo. Salimos del café para hacerle las fotos en la calle 51. Un auto parado de costado. Las cuatro ruedas en el aire. Vidrios en el asfalto. Policías cortando la calle. Gente mirando. El choque fue este jueves a la tarde en 5 y 51. Nosotros estábamos ahí pero en el momento ni me di cuenta de lo que habíamos hablado hacía unos minutos. Y ahora escribiendo la nota me llega la revelación.
Es creer.
Y después reventar.
La mayoría de los conocimientos que tenemos es a través de creerle a alguien, eso es como el fundamento humano de la creencia.
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