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En La Plata, hay cada vez más hogares de gente sola

Ya son el 25 por ciento, según la encuesta que realiza el Indec. Incide la mayor tasa de divorcios, pero no es el único factor. La misma tendencia se observa en otras ciudades

En La Plata, hay cada vez más hogares de gente sola

En La Plata, hay cada vez más hogares de gente sola

7 de Octubre de 2012 | 00:00

A sus 42 años y luego de haber transitado la experiencia de convivir en pareja hace ya unos cuatro años, Carlos Coacci se acomoda en la prolijidad sibarita de su departamento de la calle 29 y sintetiza con la convicción de quien revela una verdad incuestionable: “Vivir solo es maravilloso por una razón sencilla: hacés lo que querés y cuándo querés sin tener que darle explicaciones a nadie”.

Simple y contundente, la opinión de Coacci tal vez ayude a entender parte de un fenómeno al que la última Encuesta Permanente de Hogares del Indec se encargó de ponerle cifras. Según la medición oficial, mientras el hogar promedio platense está integrado por 2,7 personas, el 24,9% de las viviendas de La Plata está habitada por un solo individuo, al tiempo que el 61,3% tiene de dos a cuatro integrantes y el 13,8%, a más de cinco personas bajo el mismo techo.

Los números evidencian un notable crecimiento respecto a la última medición de fines de 2010, cuando se determinó que las viviendas unipersonales en La Plata llegaban al 20,2%. Aunque significativo, este aumento no sorprende a quienes analizan el tema. “No es un fenómeno local sino una tendencia global que incluye a La Plata”, apunta la demógrafa Marina Caprile Relan, para quien “la geografía de la población se adapta a las nuevas pautas culturales. Así como hoy día existe una adolescencia extendida e individuos que tardan en dejar la casa de sus padres, también hay una inclinación por elegir la soledad de un hogar, aunque eso de ninguna manera implique renunciar a un proyecto de pareja”.

Si bien los datos no discriminan qué parte de ese grupo son solteros, cuántos viudos y cuántos separados o divorciados, los expertos que analizan la tendencia señalan que la mayoría de esos nidos individuales está formado por personas de entre 25 y 40 años que, si se generalizara y buscara estereotipos, bien puede describirse como un ejército de solteros que tienen empleo propio y, con alguna mascota y la heladera repleta de imanes, encuentran en el delivery y la web a sus mejores aliado para la vida en casa.

“Se sabe que el de las viviendas unipersonales no es un fenómeno exclusivo de una franja etaria -apunta Caprile Relan-, porque ese es un universo integrado por divorciados, personas viudas y mucha gente mayor, pero está claro que quienes alimentan el crecimiento de este tipo de hogares son personas jóvenes. Si no fuera por ellos, los porcentajes se mantendrían en niveles históricos y no subirían tanto de una medición a la otra”.

Entre los diversos cambios que alientan la tendencia, se explica, figura que la mujer salió a trabajar casi tanto como el hombre, que aumentó la edad promedio de los que se casan o conviven, que creció la cantidad de divorcios en los últimos años, que se extendió la expectativa de vida y que, como parte de un mismo cocktail que alteró las pautas sociales y culturales, los proyectos individuales pasaron a ocupar un lugar acaso más importante que el de los objetivos compartidos.

“No es nuevo pero sí un fenómeno en constante crecimiento -aclara Caprile Relan-. Un dato tal vez alcance para entender la magnitud de este cambio: en las últimas cinco décadas se triplicó en todo el país la cantidad de hogares en los que vive una sola persona, y eso se debe a que la expectativa familiar fue mutando y al hogar ya no se lo concibe como un conjunto de personas, algo indiscutible a mediados del siglo pasado, sino como una experiencia que también puede ser protagonizada por un único individuo”.

De cualquier manera, aclara la especialista, resulta imposible explicar el crecimiento exponencial de las viviendas unipersonales sólo desde un aspecto cultural y sin tener en cuenta razones económicas, las cuales “está claro que son las que van dejando huellas, marcas y nuevos códigos en la sociedad”.

Las palabras de la especialista se apoyan en la verdad de las estadísticas: al tiempo que en la década del 60 apenas el 7% de los hogares del país era unipersonal, en 1980 era el 10% y hace veinte años superaba ya al 17%. Las estimaciones dicen que la cantidad seguirá creciendo: en 2025 las viviendas ocupadas por solteros, separados, divorciados o viudos -sin compañía- llegarán a poco más del 25%.

FENOMENO URBANO

Para muchos, se debe entender que se trata de una tendencia creciente en el mundo y, sobre todo, muy fuerte en las grandes ciudades. En capital federal, por ejemplo, los datos del último censo dicen que las viviendas unipersonales representan más del 30% del total de hogares. En París, por ejemplo, más de la mitad de las viviendas tiene un solo habitante. En Estocolmo la cifra supera el 60%. Y en EE UU actualmente hay cinco millones de personas de entre 18 y 34 años que viven solas, diez veces más que en 1950.

Si bien en esta población de solitarios hay muchas viudas y divorciados, son como se dijo las nuevas generaciones las que profundizan el cambio: en los últimos años, de hecho, se incrementó el número de mujeres jóvenes que viven solas, algo que, según los expertos, ocurre porque ellas comenzaron a priorizar sus carreras profesionales y postergar para después de los treinta y pico la decisión de formar pareja y tener hijos. A nivel nacional, se estima que algo más del 55% de los hogares unipersonales se encuentra sustentado por el sexo femenino.

“El vivir sola también es parte de un crecimiento personal”, aporta Natalia Rubino, una abogada platense de 35 años que eligió la soledad de una casa hace ya tres años y medio. Parecido a lo que dice ella es lo que opina Santiago Cisneros, un comerciante de 32 años que, tras volver de España hace dos años, alquila solo un departamento y no reniega de las libertades individuales que le supone no compartir techo. “Si hubiese que elegir una ventaja de vivir solo -dice-, sin duda que esa sería la libertad y la chance de disponer como se quiera de los tiempos de cada uno”.

En nuestra ciudad, los datos del Indec revelan que la cantidad de hogares con una sola persona sigue siendo inferior a los compuestos por dos o más miembros -algo que no ocurre en varias ciudades del interior del país-, pero, curiosamente, toma distancia de las viviendas de cinco o más personas, algo muy distinto a lo ocurría hace apenas dos años, cuando la vivienda unipersonal platense tenía casi el mismo porcentaje que las viviendas con más de cinco integrantes (ver gráfico).

Otro de los aspectos que ilustran el cambio -que para muchos ya trasciende el mero rango de fenómeno para convertirse en una situación consolidada- se lo advierte en el mercado inmobiliario, donde cada vez es más común que la construcción apunte a departamentos de un dormitorio y monoambientes.

El tema no solo es seguido bajo la lupa de sociólogos y demógrafos, sino también que es motivo de análisis de parte de varios psicólogos. Para muchos de ellos, transitar la soledad ya no es, como años atrás, una cuestión involuntaria que nos daba la vida, sino una decisión elaborada que tiene objetivos bien definidos, como los pueden ser disfrutar del hogar como un territorio libre y, sobre todo, no tener que acordar pautas elementales con nadie a la hora de planificar un proyecto de vida.

Es lo que dice Coacci, quien elogia la soledad bajo un techo pero aclara: “lo única contra es que no vale la pena cocinar para uno solo, y el delivery, así, termina siendo un aliado malo pero necesario”.


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